Yo paso por ahí, veo y oigo, trabaja a oscuras con la sola luz de la pantalla reflejada en sus lentes negros, echo una sola pieza con la computadora, se pelea con ella, la insulta y se insulta, cientos de horas huyendo de las cautivantes y mentirosas alternativas que ofrecen los programas, se para como si un resorte lo expulsara de la silla, da vueltas, camina, imprime, dibuja sobre los papeles, recorta, rompe, arruga y desarruga, conversa con las imágenes, las mima y las vuelve a insultar, grita pidiéndole al techo y a las manos que le digan desde que lugar se tiene que parar para remirar estas imágenes, se enoja por que la esencia se le fue de las manos, se convence de que en definitiva no importa, gira sobre si mismo y vuelve a la premisa, van saliendo obras que maduran días hasta que se pegan en una cartulina, se amontonan una sobre otra, hay que elegir una docena, sale una entra otra, se recolocan mil veces en diferente orden, donde esta escrito si son las que están, quien lo sabe, él lo sabe, desde hace mucho tiempo, pero no se cree, sí se cree y se arriesga, se expone. La obra ya no es suya, es de quien la mira.
Thomas Lowy
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